« Buenos días, princesa. He soñado toda la noche contigo. Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que te gusta tanto. Sólo pienso en ti, princesa. Pienso siempre en ti. Y ahora... »


Buenos días, buenas tardes, buenas noches quiero darte. Contarte cómo me ha ido en el trabajo y aburrirte. Cenar viendo una peli, sin rencores por besarte, y hacerte luego el amor tantas veces cómo aguante. 

Firmarnos de alegría sin papeles de por medio. Discutir seguidamente y encontrar siempre remedio. Mirarnos a los ojos, cada uno es un extremo: el mar y el cielo, convirtiendo el mundo en nuestro.

Despellejar toda tu ropa, mi objetivo: tu desnudo; y bromear mordiéndote en la mejilla del culo. Observarte a mi lado y examinar todas tus curvas. Seguidamente el saboreo de toda tu carne cruda. 

Sin dudar mis sentimientos, querernos hasta ancianos. Saciarnos con placeres despacito y con amor. Con esfuerzo incomparable, sin parar y sin cansarnos. Las sábanas son olas movidas por Poseidón.

Llevarte al cine los domingos, recorrer España en moto, tener que levantarme pronto y reparar los cuadros rotos. Un beso nuestro es un regalo entre nosotros, y privado. Me encanta decirte esta frase, y es que: estoy enamorado.

Cada día te echo en falta entre las sábanas y almohadas. Das razones a mi vida y sin ti ya no encuentro nada. He llorado por nosotros, aunque tú no me hayas visto. Tantas lágrimas perdidas entre polvo de mi piso.

Lo que Dios quiso, que no lo separe el hombre. Quiero volver a discutir, tener un hijo igual en nombre. Sólo quiero ser feliz y que lo seas junto a mí. Pedirte un día en matrimonio y sin dudar, digas que sí. Eres mi musa, mi cuestión, mi razón y ¿qué soy yo? Comparable con mi vida... no sé vivir sin corazón.

¿La razón de ésta canción? Ni la encuentro, ni la busco. Sin intención de reconquista veinte mares los que surco, cómo meses a tu lado más pecados que interfieren. Siento haber sido un humano al que las situaciones hieren. 
  
Me desvivo por tu aliento en la nuca, o en mi boca. Despellejando tantas rosas y dejar la flora rota. 

La fauna hambrienta, el hambre tienta, inspírame cuándo la mente esté sedienta. Pero los días alientan, contentan al esclavo que no escarmienta y sigue queriendo un buen bocado.

Te echo de menos, princesa. 





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