En medio de la noche, el cielo se ilumina blanco unos segundos, para dejar paso al más inmenso silencio... Cuando todo parece en calma, un estruendo parece amenzar con romper el mundo. Sientes miedo. Escuchas llover, pero no lo ves. Otra vez el cielo se ilumina, piensas que vas a morir. Y de nuevo ese sonido, que te encoge el corazón y te provoca un escalofrío.
Se está formando una tormenta... Y eres pequeña. Otro trueno, más miedo. Te tiembla el cuerpo. Vuelve a tronar, tu casa tiembla, tú gritas y te encoges. Terminas escondida bajo las sábanas, como si de una tienda de campaña se tratara. Tienes miedo de salir, de haya algo en tu habitación. Cada estruendo hace que te abraces las piernas con fuerza y las lágrimas caigan por tus mejillas, asustada...
Entonces llega tú madre, a consolarte, como siempre. Te abraza fuerte, se esconde junto a ti, para que sepas que no estás sola. Y te clama, te explica lo que ocurre, hace que pienses que es un simple juego. Tu madre te entiende, sabe que eres una niña, te ayuda a crecer, tiene paciencia. Ya no sientes miedo, o al menos no tanto; aunque cada vez que el cielo oscuro se ilumina, un escalofrío recorre tu cuerpo, te estremece. La tormenta pasa, y tú te sientes fuerte, por haber podido con ella. La has ganado.
Entonces llega tú madre, a consolarte, como siempre. Te abraza fuerte, se esconde junto a ti, para que sepas que no estás sola. Y te clama, te explica lo que ocurre, hace que pienses que es un simple juego. Tu madre te entiende, sabe que eres una niña, te ayuda a crecer, tiene paciencia. Ya no sientes miedo, o al menos no tanto; aunque cada vez que el cielo oscuro se ilumina, un escalofrío recorre tu cuerpo, te estremece. La tormenta pasa, y tú te sientes fuerte, por haber podido con ella. La has ganado.
En medio de la tarde, aunque el cielo ya sea oscuro como ya entrada la noche, caminas por la calle. Te lo estás pasando bien con tus amigos. De repente, en medio de la oscuridad, tan solo iluminada por las farolas de la calle, algo hace brillar el cielo, que se vuelve blanco durante menos de un segundo. Gritas, te agarras a la persona que más cerca tienes, buscas cobijo... Esa persona te recoge en sus brazos. Tras el más inmenso silencio, parece estar a punto de romperse la Tierra. Nuevamente gritas, y te refugias en los brazos de esa persona que te está cuidando. Os reis todos de la situación: ¿Quién tiene miedo a una tormenta?
Ha comenzado a llover, llueve a cántaros. No teneis abrigo, la tarde se tornaba soleada. Corres, todavía de la mano de esa persona que te ha cuidado. Tus amigos se van a su casa, tú sigues con él. Él te ha acogido entre sus brazos, te ha tranquilizado. Caminais bajo la lluvia, seguís de la mano. El cielo se ilumina. Un trueno resuena. Esta vez no gritas, sólo buscas el abrigo de sus brazos. No te importa que esteis mojados, ¡qué más da!
Ha comenzado a llover, llueve a cántaros. No teneis abrigo, la tarde se tornaba soleada. Corres, todavía de la mano de esa persona que te ha cuidado. Tus amigos se van a su casa, tú sigues con él. Él te ha acogido entre sus brazos, te ha tranquilizado. Caminais bajo la lluvia, seguís de la mano. El cielo se ilumina. Un trueno resuena. Esta vez no gritas, sólo buscas el abrigo de sus brazos. No te importa que esteis mojados, ¡qué más da!
Él te separa de su cuerpo, te mira a los ojos y te dice que sólo es un juego, que debéis ganar a la tormenta. Te recuerda a tu madre. Volvéis a correr, sin soltaros, sin parar de reír. Ya no importa la lluvia, ya no importa que toda tu ropa esté calada, ahora te sientes bien. No sabes muy bien por qué, pero estás agusto, te sientes protegida. Otro relámago, otro trueno. Nuevamente buscas su refugio. Pero encuentras otra cosa, él te besa. Tú no le apartas, no quieres que se aparte. Quizá no te habías dado cuenta, pero le quieres. Mucho. No sólo como amigo.
Vuelve a tronar. Mas ya no sientes miedo. Entonces es cuando comprendes que cualquier persona que pasa por nuestra vida, cualquier situación que ocurre, la cambia. Entonces te das cuenta de que has crecido. Quizá hasta madurado.
Vuelve a tronar. Mas ya no sientes miedo. Entonces es cuando comprendes que cualquier persona que pasa por nuestra vida, cualquier situación que ocurre, la cambia. Entonces te das cuenta de que has crecido. Quizá hasta madurado.
Y, sobretodo...
Ya no te dan miedo las tormentas.